La magia de escribir

Cuando cumplí ocho años mi mamá me hizo el regalo más especial de todos: un diario íntimo.

Sus hojas de colores albergaban los unicornios más lindos del universo, y lo mejor de todo era que tenía un candado!.

Aquel diario íntimo con candado me brindó la oportunidad de expresarme libremente y de entablar mis primeras y más sinceras conversaciones conmigo misma.

Con una caligrafía escalofriante y unas faltas de ortografía de infarto, comenzó mi aventura de escribir.

Escribía sólo cuando sucedían acontecimientos importantes, como el fallecimiento de mi lechuza Margarita o mi primer viaje al extranjero.

A los 13 años mi querido diario quedó abandonado en un cajón.

La adolescencia me tenía demasiado ocupada (y alterada) y no disponía de tiempo para escribir y mucho menos para reflexionar sobre mis sentimientos hormonalmente descontrolados.

Mis amigas, las fiestas y los novios acaparaban toda mi atención.

Sin embargo nunca me olvidé de él.

Cuando dejé Argentina y me fui a vivir a España tuve que “meter” en dos maletas mis objetos personales.

Tenía que ser muy selectiva y escoger los que fueran realmente importantes.

Y mi diario íntimo, por supuesto, viajó conmigo.

Cuando quedé embarazada de mi primer hijo sentí la imperiosa necesidad de retomar la escritura, y ya nunca más la abandoné.

Escribir me relaja, me ayuda a conectar con mis emociones más profundas y a tomar decisiones alineadas con mis valores.

Recién ahora me entero de que esta técnica recibe el nombre de “escritura emocional” y se utiliza en psicología desde los años 80.